martes, 5 de mayo de 2009

Ese camino hacia ningun lado

De nuevo, camino por el medio de la calle, con las manos en los bolsillos de la cazadora, la cabeza gacha observando el asfalto, y los andares lentos de quien no tiene prisa para llegar a su destino. Me invade la misma sensación que siempre, esa maravillosa sensación que tengo siempre que camino por este lugar, y que me hace olvidar el tiempo que me queda, o el tiempo que me sobra

No se como se llama esa calle. Alguna vez me lo han dicho, pero he acabado olvidandolo. Quizas por mi maravillosa memoria o mi concentración de mono, o quizás, y solo quizás, por que no quiero acordarme. Hay sentimientos que no tienen nombre. Hay algunas sensaciones que, simplemente, no se pueden expresar con palabras, ya que estas las convertirían en un estándar normalizado, en algo que se convierte en rutina y que tantos otros comparten contigo... Y, de alguna manera, ponerle nombre a esa calle sería ponerle nombre a lo que siento cuando estoy en ella

No es una exageración, es, simplemente, una afirmación. Paso por allí casi todos los días, y muchas veces solo. Cuando estas con alguien no te das cuenta de esos pequeños detalles que pasan por tu vida y que se van con el mismo silencio con el que vinieron, solo para volver mas tarde a observarte silenciosamente, de nuevo. Pero, en silencio, mientras no sabes que hacer, acabas por divagar, y te das cuenta de lo grande que es el mundo, de lo pequeño que eres tu, o de vuestra propia diferencia de tamaño. El mundo nos controla indirectamente. Nuestro alrededor, nuestro ambiente, nos lanzan todos los dias sabores, olores, y rayos de luz para hacernos sentir alegres o desdichados. Una simple panadería puede recordarte a tu abuela cobrando al vecino detrás del mostrador, y una calle puede causarte una sensación de paz y tranquilidad solo porque la conoces perfectamente. Esa calle es justamente ese tipo de calles

A primera vista, se diría que no tiene nada de especial, o incluso que es un poco fea. Pero lo bueno, lo que realmente me gusta de ella, es que no se ve el final. Entras, comienzas a andar, y, alli a lo lejos, divisas el lugar donde llega a su fin, si pones empeño. Yo no lo hago. Prefiero imaginarme andando por un camino interminable, por una senda que nunca acaba. Me relaja, no se por qué. Por eso voy por en medio de la calle: Por la noche, cuando pasan pocos coches, cuando solo las farolas y una timida luna que no se atreve a acercarse a la ciudad iluminan tenuemente tu camino, es cuando más largo y más solitario parece el camino

Todos necesitamos a alguien que este con nosotros, si no, nos volveriamos locos. Los humanos somos seres sociables, buscamos con ansiedad a alguien que comparta su vida con nosotros, para compartir con el la nuestra. Pero, al mismo tiempo, necesitamos nuestro espacio, nuestros momentos de decir "estoy solo en el mundo, nadie me molesta", y desconectar de todo y de todos. Esa calle es uno de esos momentos. Cuando me paseo como un gato solitario, contrastando con el suelo negro como un reflejo de alguna farola parpadeante, es cuando mi mente se queda en blanco, y me limito a disfrutar de esa sensacion de ir caminando, sin rumbo y sin objetivo, simplemente recorriendo un camino que no lleva a ninguna parte

A veces dura poco, pero es más que suficiente

No hay comentarios: