jueves, 26 de marzo de 2009

Carta de una madre a un hijo estudiando informática

Sacado de otro blog (aunque ese blog lo sacó de otro lugar), no he podido encontrar la fuente original. Es muy bueno, y mi madre ha dicho que se siente identificada (es ella la que me lo ha enseñado)

Aleh, a disfrutarlo




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Querido hijo:


A la vista está que desde que comenzaste tus estudios de Informática tu nivel de comunicacion con el resto de tu familia ha ido en descenso, al igual que tu capacidad para mantener un mínimo orden en tu mesa de trabajo y resto de tu habitación. Es por ello que he decidido tomar cartas en el asunto y ponértelo de manifiesto en los mismos términos que empleas a diario para dirigirte a nosotros, tu familia:

Viendo que tu sistema operativo no te permite mantener optimizado tu entorno de trabajo ni tus unidades de almacenamiento, he creído conveniente defragmentar el espacio libre y poner orden en tu sistema de archivos.

Así pues, he liberado cantidad de espacio en tus unidades de alta capacidad (estanterías) y en las unidades extraíbles (cajones).

He habilitado,junto a tu acceso telefónico, un espacio reservado a tus documentos, en el cual se encuentra tu libreta de direcciones y tu portapapeles, y he dejado espacio suficiente para que tengas acceso directo a tus herramientas de escritura y dibujo.

También he vaciado la papelera y restaurado la configuración visual de tus paredes, eliminando esos wallpapers tan pasados de moda.

Al escanear el resto del entorno, encontré algunas particiones ocultas, tales como el espacio entre el colchón y el somier.

Te recomiendo que guardes el software de "anatomía visual" en carpetas poco accesibles a tus hermanos, que aún son menores de edad, si no quieres sufrir la censura de la B.S.A. o en su defecto, de tus padres.

La ropa sucia la he procesado con un programa largo y comprimido en tus unidades extraíbles.

Te recomiendo que actualices más a menudo tu ropa interior, o de lo contrario habrá que pasarles periódicamente un Antivirus.

Como sé que encontrarás cierta dificultad a la hora de adaptarte a este nuevo orden, he sobrescrito la tabla de contenidos de tus unidades para que te resulte más sencillo encontrar lo que busques.

Claro que puedes encontrar algún bug; es la primera vez que hago de administrador de sistemas. Si detectas alguno, comunícamelo y desarrollaré un patch.

Por último, he minimizado el desorden general de tu armario, he maximizado tu área de estudio y he puesto en funcionamiento un bucle condicionado que limitará tus recursos en caso de que no mantengas optimizado tu entorno.

Espero que todos estos cambios mejoren tu rendimiento y no sea preciso hacer overclocking en tus horas de estudio, ni limitarte el ancho de banda en tus comunicaciones.


Firmado: Tu madre


P.D.: Tu familia echa de menos una conversación normal.

lunes, 23 de marzo de 2009

Un temprano escalofrio

Miradas gélidas. Palabras de algodón, simples retazos de fugaces pensamientos que se pierden en la brisa matutina. No estas pensando en nada, lo se. Al menos, no en nada de lo que estamos hablando. Ni yo. Ese mundo onírico domina todo a estas horas, aún no has salido del sueño, y aún no has entrado en la vigilia. Rojas sombras se agazapan debajo de cada asiento, y pequeñas luces resaltan en la oscuridad cuando se cierran los ojos. Es curioso sentir el frio penetrar en tus huesos cuando aún no has vuelto a este mundo. Como si algún duende juguetón intentase recordarte a donde perteneces, o te reprendiera por quedarte donde no debes. Y aún así, lo sientes tan lejano...

Me gustan las mañanas. Nunca lo digo, ya que lo establecido es odiar esa hora del día en la que te arrancan del dulce sueño, en la que comienza de nuevo la cruda e irrepetible realidad, cuando nos despertamos de nuestra ilusión, de nuestros propios objetivos y oníricas esperanzas. En ese momento, cuando abres la puerta del portal y súbitamente te das de golpe con la carretera y las baldosas, con el arcen y el asfalto, con los paraguas, los faros, y los bordillos, en ese momento nada importa. Aún no has vuelto. Te mueves de forma mecánica, sin pensar, solo por costumbre, siguiendo una ruta establecida que continúas todos los días, como si fueras un simple robot sin sentimientos, un monton de circuitos destinados a realizar las mismas operaciones durante toda la eternidad. Tan trágico... Tan mágico

Cada una de tus preocupaciones se pierde en el aire, se va a dar una vuelta, mientras tú aún te preguntas quien es esa persona que te suena tanto en el tren, mientras miras nostálgico los graffitis que adornan los muros a apenas unos cuantos metros de tí, pasando a toda velocidad, que te cuentan historias, historias que has vivido, historias que te quedan por vivir, historias que nunca vivirás. Más tarde, cuando coges el periódico, o repasas tu horario de ese día, todo vuelve a tu cabeza, y entonces es cuando realmente despiertas

No me refiero a esas mañanas de domingo, que se alargan hasta la hora de la siesta. Ni tampoco a esas mañanas bañadas por la luz del sol, cuando "madrugar" es una palabra demasiado caprichosa como para siquiera mencionarla. Son esas mañanas, cuando aún no ha amanecido, cuando no se podría definir de donde procede esa tenue luz que parece frotar en el ambiente, las que me gustan realmente. A veces hace tanto frío que te encoges en tu abrigo, y te da miedo hasta sacar el mp3 para escuchar algo de música, por si acaso las palabras del cantante se quedan congeladas en el aire y estallan contra el suelo. Otras veces, simplemente, te sientes incómodo, te dan ganas de volver a subir a casa y meterte en la cama. O de hibernar. Pero a veces llega esa sensacion

Y de nuevo las luces son solo pequeños susurros murmurados con miedo, apenas claros en el ruido ambiental. Y las personas miran de reojo sin saber que son observadas a su vez, al mismo tiempo inmersas en si mismas, y espiando a los demás. Todo vuelve a comenzar. Y comienzan esas conversaciones sin sentido, simplemente por llenar el silencio. Y esas divagaciones perdidas entre el mundo del limbo y el de nuestra consciencia. Y mientras, tu sigues hablando, mientras yo pienso todo esto

No estoy preocupado. Para que? Ya llegará la hora de despertarse. Esta tregua es un pequeño regalo que se nos ha proporcionado, un aviso de lo que esta por venir, para prepararnos a la realidad, tras ese maravilloso mundo de la inconsciencia. Aunque muchos las odien, y yo me incluya entre ellos casi siempre, a veces me doy cuenta de que... No estan tan mal

Si. Me gustan las mañanas

jueves, 19 de marzo de 2009

Naosuke kurosawa

Bueno, este es un pequeño personaje que tengo en un rol, una especie de samurai japo (a lo ronin pero sin el pelo rapao) renegao, que vaga por el mundo viviendo aventuras y realizando una busqueda que quizas nunca acabe

"Ulric estaba apoyado contra la fina separación que evitaba que cayera al mar oscuro, mientras jugueteaba con un objeto metálico entre los dedos, distraído. A lo lejos se oía solo el sonido de las pequeñas ondulaciones de la superficie de la gran masa de agua que se encontraba rodeando el impresionante barco, rompiendo contra el casco de este, y produciendo un murmullo continuo que daba al lugar un toque onírico, casi irreal. La luna se perfilaba contra el cielo, en pleno apogeo, como queriendo demostrar a los pocos que aún quedaban sobre la cubierta, que ella era la verdadera reina de la noche. También se distinguía algún otro murmullo, pero este procedente de alguna pareja rezagada, que aprovechaba la magia de la noche para ocultarse de miradas indiscretas y disfrutar de su mutua compañía. Ulric sonrio, mientras deslizaba el pequeño objeto metálico entre sus dedos con gran agilidad, y acababa alzandolo frente a sus ojos, observando sus destellos plateados. El cuchillo no era especialmente una obra de arte, y ni siquiera estaba afilado, pero cualquier cosa que Ulric pudiera robar con tanta facilidad como lo había hecho con ese cuchillo merecía la pena. Con una sonrisa, el jóven se lo guardó en uno de sus bolsillos y echó un vistazo a la cubierta. Cada vez quedaban menos personas, y la mayoría estaban acompañadas. Otra cosa quizás sí, pero Ulric no era demasiado sociable. Y tampoco tenía ganas de inmiscuirse en ninguna conversacion ajena. Y mas teniendo en cuenta que aquellas conversaciones probablemente serían demasiado privadas...

Con un suspiro, Ulric se dirigió a la entrada de los camarotes, pero entonces vió una figura en la que no había reparado antes. Un hombre, medio tapado por las sombras, estaba sentado contra una pared, y sosteniendo entre sus manos lo que parecía una espada muy fina. No parecía hacer caso al resto de la gente, y tampoco tenía ningún acompañante. Ulric, sonriendo, se acercó a él. No tenía ganas de dormir aún, y la conversación con un extraño siempre suponía un buen rato de entretenimiento, o, al menos, algún objeto poco protegido que pudiese "caer en sus manos" en un acto de descuido. Situandose a su lado, se aclaró la garganta, y luego hablo con un tono intermedio entre el normal y el susurro

-Buenas noches, señor. Le importaría que me sentara junto a usted un rato??? Esta es una magnifica noche para desperdiciarla estando solo, aun siendo tu acompañante un extraño

Al principio, el otro no dio señales de haberle escuchado, y ni siquiera levanto la cabeza, si no que siguió concentrado en su arma. Ulric aprovechó para mirarle de arriba a abajo. El hombre tendría unos veintitantos años, como mucho treinta, y llevaba unos ropajes extraños. Ulric se los había visto llevar a más gente, pero, desde luego, no en su tierra natal. Su arma era también cuanto menos curiosa, y bastante exótica. Su filo era fino aunque firme, y su empuñadura estaba cargada de detalles. En realidad, era un arma muy bonita, y probablemente también muy útil, en las manos adecuadas, pero Ulric no era demasiado partidario de las aventuras y de los viajes, como algunos de los que había conocido a lo largo de su vida, y prefería una vida más pacífica y relajada. Lo que no quitaba que de vez en cuando "extrajera" algunos objetos privados de los que estaban a su alrededor. Era un pequeño vicio que Ulric creía compensar con una meticulosa selección de sus víctimas. Desde luego, un barco como aquel no podría ser propiedad de alguien pobre, y, por tanto, unos cubiertos y algún que otro objeto irrelevante no sería una gran pérdida en sus posesiones

Tampoco parecía que el hombre llevase nada de especial valor, aunque algunas bolsitas colgaban de su cinturón, y Ulric hizo alguna elucubración sobre lo que podrían contener, aunque al final decidió que no merecía la pena

El hombre permaneció callado unos diez segundos, mientras terminaba de observar su arma. O eso creía Ulric, hasta que oyó el sonido continuo del metal contra el metal, y se dio cuenta de que lo que estaba haciendo era afilarla, lenta pero ininterrumpidamente. No hacía casi ruido, lo que le resulto extraño al Ulric, aunque no se atrevió a comentar nada hasta que el otro pareció reaccionar a su ofrecimiento. No dijo nada, simplemente, se aparto hacia un lado, y apartó su arma un poco para que Ulric pudiese sentarse, aunque no la soltó en ningun momento. El joven pensó que aquel tipo era, quizás, un poco siniestro, pero aun asi se sentó junto a él

-Yo me llamo Ulric- Añadió señalandose el pecho con las manos

-Naosuke kurosawa- Respondió el otro con una voz penetrante y fría

Ulric se mantuvo en silencio unos segundos, y luego pregunto

-Podría echarle un vistazo a tu arma? No he visto muchas como esa a lo largo de mi vida

Durante unos segundos, Ulric pensó que Naosuke -El cual, por cierto, le parecía un nombre bastante extraño- no iba a dejarsela, pero al final este se aparto de ella y dejó que Ulric la sostuviese entre sus manos. El joven se asombro al ver que la espada era mas ligera de lo que aparentaba, pero sobre todo con los detalles de su empuñadura. En ella aparecian representadas dos personas caminaban una hacia la otra -Al principio Ulric pensó que eran dos mujeres, pero luego se dio cuenta de que una de las figuras parecía más un hombre-, mirandose mutuamente, con rostros inexpresivos y solemnes. De la espalda de cada uno surgían unas imponentes alas, emplumadas en el caso de la mujer, y similares a las de un murciélago en las del hombre. En la otra cara las alas rodeaban la empuñadura y se juntaban en un misterioso símbolo lleno de trazos, probablemente alguna letra de un lenguaje que Ulric no conocia, y que, por supuesto, tampoco tenía interes en conocer. Los símbolos y dibujos estaban grabados en la empuñadura con firmeza, aunque, desde luego, Ulric había visto mejores obras en su vida. Probablemente el arma era algo muy personal para Naosuke, pero a él solo le parecía un objeto más para hacer daño. Excepto por lo extraña que era, no debía valer mucho, y probablemente los grabados los había hecho el propio Naosuke


-Es... Curiosa- Añadió Ulric tras un breve momento de duda


Naosuke se limito a recoger el arma y a guardarla en su funda. Durante unos segundos, los dos se quedaron en silencio


-Bueno... Y que te trae por aqui, Naosuke?


-Supongo que las riquezas, el honor, la gloria, o el amor, como a todos los viajeros como yo- Añadió Naosuke con voz monotona, como si se supiera la respuesta de memoria. Su voz, advirtió Ulric, era tan dura y fria como la roca, y no dejaba traslucir nada del propio Naosuke. Sonrió


-No pareces muy convencido


-Es lo que la gente quiere oir, y lo que yo estoy dispuesto a contarles


Satisfecho por la respuesta, Ulric continuo sonriendo. Ese hombre le resultaba interesante, incluso divertido. Quizás podría charlar un rato sin morirse de aburrimiento en el intento, como con aquella señora gorda y fofa de la noche anterior, que se había empeñado en explicarle todos y cada uno de los viajes que había hecho con su esposo al detalle. Viajes tan interesantes que, por lo general, no distaban más de unos pocos kilómetros de la ciudad natal de la mujer, y cuyas experiencias mas emocionantes habían sido la actuación rutinaria de algunos saltimbanquis de tres al cuarto


-En serio? En fin, cada uno cuenta lo que quiere- Sacó lentamente unos pequeños cilindros de papel, cerrados por los extremos, de uno de sus bolsillos ocultos, y le ofreció uno a Naosuke-Fumas? Parece ser que es una moda que tienen en el extranjero. Me los vendió un comerciante hace unos meses en una ciudad bastante extraña en la que estuve, y me explicó que era la última moda en algunas regiones del oeste. Estos son los últimos que me quedan. La verdad es que me he habituado a tomarlos, al principio cuesta, pero luego te acostumbras, y te aseguro que es un gustazo. Según lo que me explicó el comerciante, tienes que quemar el extremo así, y luego...


-No quiero, pero gracias- Dijo Naosuke sin alterar su voz lo más mínimo. Ulric se encogió de hombros


-Tu te lo pierdes- Tras encender el llamativo cilindro, aspiró el humo, soltó una bocanada al aire, y rompió el silencio de nuevo- Bueno, yo no soy de alli, sabes???- Señaló con un dedo al lugar de donde venían- Ni tampoco del lugar a donde nos dirigimos. Vengo de una región bastante lejana, más o menos por el sur del continente. Pero no he estado allí demasiado tiempo, ya que mis padres tuvieron que largarse de allí cuando yo era aún un chaval. A partir de entonces he estado viajando por todos los lugares que te puedas imaginar, y mi próximo destino no es una excepción. Ya he estado allí antes, sabes??? La gente no es demasiado...


-Si te cuento mi historia, callarás un rato???


Ulric soltó una carcajada. Si, ese tipo le gustaba. Además, no estaría mal oir alguna historia que añadir a su repertorio de cuentos para la hoguera...


-De acuerdo


Naosuke tomo aire, y se mantuvo en silencio durante unos instantes. Luego comenzó su relato


-Nací y crecí en un pueblo también muy lejano de el lugar donde ahora nos encontramos. Mi padre era un simple carpintero, aunque era bueno en su oficio, desde luego, y mi madre le ayudaba en casa. Eramos una familia humilde, y raro era el día en el que podíamos endulzar la comida con algún bocado de carne, o disfrutar de una tarde ociosa y soleada, aunque tampoco nos faltaba que comer, por norma general. De vez en cuando escaseaban nuestras provisiones, pero siempre supimos mantenernos erguidos ante las adversidades. Yo era feliz. No tenía más meta que la de suceder a mi padre en su oficio, y lograr ser tan hábil con las manos y tan diestro con la madera como lo era él. Pero entonces todo cambió

'Cuando yo contaba aún 13 años, en aquella fatídica y calurosa primavera del amanecer de mi adolescencia, encontré algo que marcaría mi vida a partir de entonces. Había aprovechado que mi padre no necesitaba ayuda en el taller y me había escapado hacía el río para ver si podía pescar algo para la cena. Por supuesto, no tenía el instrumental adecuado para ello, pero no tenía nada mejor que hacer, y no me asustaba caer y hacerme daño con las rocas. Estaba concentrado en una carpa que nadaba despistada a solo medio metro de mí, cuando un destello me cegó, y perdí el equilibrio. Caí al agua de forma estrepitosa, y me golpee la espalda con el frío lecho de piedras. Cuando me recuperé del golpe, me levanté y busqué alarmado a mi agresor. Pero allí no había nadie. Sorprendido, me acerqué a donde creía que procedía el destello, y vi a una mujer, de unos 19 o 20 años, tendida sobre la orilla del río, inconsciente, y ataviada con un vestido blanco de lino. Figurate mi sorpresa, yo, que era solo un chico que aparentaba ser hombre, al ver tal aparición. Lo primero que pensé fue en pedir ayuda, pero tras valorar la situación, me di cuenta de que no podía dejarla allí, ya que parecía al borde de la muerte, y el pueblo estaba a un buen rato de camino. Así que la saqué del río como pude, y la dejé apoyada contra un árbol, mientras me quitaba parte de mis ropajes para colocarselos encima y mantenerla en calor, ya que si no podría sufrir una hipotermia. Con mi pequeño cuchillo (casi romo) que me había regalado mi madre al cumplir los 11 años, corté la parte más baja del vestido, que se había mojado, para evitar que la mujer cogiera más frío del que probablemente ya tenía. No me atreví a cortar más arriba, por respeto a la mujer, y también debido a la vergüenza habitual que se tiene a esa edad por todo lo que este relacionado con el cuerpo humano y sus misterios. Por suerte, el resto del vestido solo se habia mojado levemente, así que no hubo ningún problema. En calzones, y habiendo arropado a la mujer como mejor pude, me dí la vuelta y me dispuse a volver a casa para pedir ayuda. Pero entonces me dí cuenta de que estabamos junto a un bosque donde podría vivir algún animal salvaje, y una preocupación irracional por aquella desconocida me paró los pies en seco. Y si la ocurría algo en mi ausencia??? Así que me acerqué a ella, y zarandeandola suavemente, intenté despertarla

Por desgracia, no reaccionó, y, tras varias horas, cuando comenzaba a anochecer, decidí arriesgarme a dejarla sola. Parecía que había recuperado el color, y, con un poco de suerte, si algún animal la atacaba, se despertaría y conseguiría huir. Era una posibilidad remota, pero ya no podía esperar más por una extraña a la que no conocía de nada, y a la que, misteriosamente, me sentía unido de un modo u otro. Cuando, media hora más tarde, volví con mi padre y otros dos hombres del pueblo, la mujer había desaparecido, y con ella mis ropajes. Aún recuerdo la bronca que me echaron mis progenitores por haberme "inventado una ridicula historia para encubrir la pérdida de mis vestimentas". No querían volver a oir a hablar del tema, ni yo tampoco. Mi castigo fue bastante duro, pero no viene a cuento en la historia así que lo omitiré. Al final conseguimos nuevas vestimentas para mi, bastante sucias y viejas, pero en fin, algo que ponerme, y la vida volvió a la normalidad. Varias semanas más tarde, volví de nuevo al río, y comencé a pescar de nuevo, evitando pensar en la chica. Pero entonces oí una voz, y me dí la vuelta sobresaltado. Allí, en una pequeña obertura que había bajo un árbol colindante al río, algo así como una de esas oquedades que algunos niños utilizan como refugios personales en sus juegos de la infancia, con la cabeza asomando y sus dos ojos clavados en mí, estaba la mujer de la otra vez. Por unos instantes me quedé paralizado, y la mujer se limitó a asomarse más aún y a mirarme con curiosidad. Llevaba ese vestido blanco que corté la última vez, y no parecía molestarle pisar descalza el punteagudo lecho del río. Como ella se limitaba a mirarme, al final reaccioné, y de repente, toda la furia por el castigo que me habían asignado por su culpa llegó de golpe a mi persona

-Que haces aqui, otra vez???- Pregunté con desconfianza

La mujer me miró extrañada, y luego pronunció unas palabras en un idioma que no conocía. Ahora que la podía observar mejor, me dí cuenta de que era bastante bella, aunque ese detalle ya lo había advertido unas semanas antes, y también de que sus ojos no eran como los mios, o como los de mi padre o mis vecinos. Se parecían más bien a los de esas personas de las que hablaban los comerciantes, las de más allá del mar...

-Quien eres???- Volví a preguntar, aunque sin esperanzas de que me respondiese

La mujer ladeó la cabeza, y siguió mirandome, como si nunca hubiera visto un chico de mi edad. Luego pareció darse cuenta de algo, y volvió a su refugio con tanta rapidez que no reaccioné hasta que se había perdido de vista

-Eh!!!- Grité sorprendido, y la seguí rapidamente. Pero cuando llegué a donde ella se encontraba, esta ya se había dado la vuelta, y, sonriente, me mostraba los ropajes que le puse la vez anterior, totalmente limpios y como nuevos. Maravillado, cogí casi con ternura mis vestimentas, y la miré interrogante, aunque aun con desconfianza. Ella se limitó a sonreir y cruzar las manos tras la espalda

Decidí no contarle a nadie aquello. Pasé con ella unas dos horas, al principio simplemente viendo como me enseñaba objetos que había reunido por el bosque, a cada cual más curioso (entre los que se encontraban una tela de araña de un color aúreo muy llamativo, un nido de pajaros con curiosas formas en los extremos, y hasta una pequeña roca cristalina y trasparente, pero que no identifiqué con ninguna piedra preciosa que hubiese visto antes. El lugar donde parecía vivir era aquella oquedad, que había limpiado (no se como) y decorado con algunas flores y varias plantas, así como un tupido manto de hojas que utilizaba como lecho. No entendía nada de lo que decía, pero ella parecía tan feliz de estar con alguien, que se comportaba casi como una niña, tirandome agua y escondiendose, o enseñandome cosas del bosque (que yo ya había visto antes unos cientos de veces) como si fueran las más maravillosas del mundo. Yo me limitaba a sonreir y a observarla con detenimiento. Cada momento que pasaba con ella me caía mejor. Aunque había muchas cosas que aún no entendía... Quien era ella??? De donde venía??? Sabía que yo la había salvado??? Pero ella se limitaba a hablarme en ese extraño idioma, como si de verdad creyese que podía entenderla

Durante las siguientes semanas, aproveché para visitarla de vez en cuando y llevarle un poco de comida, que ella engullía con gusto, como si llevase mucho tiempo en ayunas, aunque yo estaba seguro de que no le faltaba comida, sacase de donde la sacase. Con el tiempo inventamos un lenguaje de signos y gestos que nos permitía comunicarnos a un nivel básico, aunque nunca llegué a preguntarle ninguna de mis dudas, ya que tarde o temprano dejaron de preocuparme. Llegué a considerarle una verdadera amiga, y hasta logré que aprendiera algunas palabras de nuestro idioma. Cuando cumplí los catorce años, aproveché para robar un poco de la pequeña tarta que habían hecho mis padres para mi y le llevé un poco. Ese día, ella me hizo un regalo...'

Naosuke detuvo su narración unos segundos, y Ulric alzó las cejas con curiosidad

-Si???

Naosuke pareció volver en sí

-No es nada. Simplemente tuvo un detalle muy bonito conmigo. Pero prefiero omitirlo, si no te importa. Continuaré con mi narración

'Y así pasaron los días, y no hablé con nadie de mi secreto

Un día, llegaron un grupo de jinetes a nuestro pacífico pueblo. El jefe de estos era un hombre vestido de negro, tan negro como su corazón. Sus ojos también eran extraños, como los de mi amiga del río, y su mirada era tan cruel que, cuando nuestros vecinos salieron a la plaza del pueblo para observarles, muchos volvieron a introducirse rápidamente en sus casas. Uno de los que le acompañaban se acercó al gentío y leyó una orden que no entendí, y más tarde hablo sobre una mujer a la que habían estado buscando por toda la región, una mujer que, según ellos, andaba perdida, y que debía ser devuelta a su hogar. La describió, y entonces me di cuenta de a quien buscaban

Aún así, guardé silencio. No me caía bien ese hombre, y no creía que lo que decía fuese verdad. Cuando ninguno de los aldeanos aseguró haberla visto, los hombres se marcharon, y yo revelé a mi padre mi pequeño secreto. No sabía lo que hacer, entiendeme. En ese momento aún no tenía bien claro lo que era correcto y lo que no. Y que me cuelguen si lo sé ahora...

Mi padre quiso asegurarse de que era verdad, y, junto con otros hombres del pueblo, fueron al río. Encontraron a mi amiga allí, como siempre, y yo la convecí de que viniese con nosotros. Ella accedió, sonriente, como siempre, y cuando estuvo en el pueblo, mi padre mandó a un hombre para que fuese a caballo a buscar a los jinetes. Yo no estaba seguro, pero mis progenitores y mis vecinos me dijeron que era lo mejor, que le estabamos haciendo un favor a mi amiga. Y, a pesar de todo, yo sabía que no la volvería a ver


Cuando, días más tarde, llegaron los hombres, mi amiga, que se había instalado en mi casa hasta entonces, se quedó petrificada al verles. Entonces supe que algo iba mal. El cabecilla de los jinetes bajó del caballo y sonrió a la mujer, antes de decirle, con una voz casi tan cruel como su mirada

-Al fin te encuentro. Ven a mí...

Y sacó su espada. El pueblo entero se quedó de piedra, pero a mi solo me importaba mi amiga, que me dirigió una mirada de suplica, antes de ser atravesada por el frío y negro acero de su agresor. Nunca olvidaré esa mirada

Luego, todo ocurrió muy rápido. Un destello cegador, como aquella primera vez, hacía meses, un grito de terror extendido a todos mis familiares y vecinos, y en medio de todo ello, la risa de aquel hombre. Cuando abrí los ojos observé como, en medio del pueblo, con la espada en alto, y un cráter de varios metros de radio a su alrededor, el hombre que había asesinado a mi amiga reía como un maníaco. Y ella no estaba. Se había esfumado, sin una gota de sangre, sin un gemido de dolor. Era como si nunca hubiese existido

En cambio, el horror que se extendía por el pueblo era real, muy real. Aunque los jinetes se habían cuidado de alejarse, nadie había avisado a los pueblerinos curiosos que se habían acercado a la escena más de lo debido, sin aviso previo de lo que iba a ocurrir. Muchos habían salido despedidos en el aire y yacían en el suelo gimiendo de dolor, y alguno incluso ardía en llamas. El caos pareció estar listo para tomar control de la situación, pero algunos se dispusieron a apagar a los que ardían, y otros calmaron a la gente. Por unos segundos, dió la sensación de que no iba a cundir el pánico, que la masa de gente iba a esperar a oir las explicaciones de aquel hombre que había traído la desgracia a mi vida, de aquel ser abominable que había acabado con ella, mientras este terminaba de reír, y observaba su espada embelesado

Se hizo el silencio durante unos instantes. Luego, un hombre pregunto en voz alta que había ocurrido. El asesino se limitó a mirarle con desprecio, y luego hizo un gesto a sus hombres

-Matadles. Han visto demasiado

Lo próximo que recuerdo es estar corriendo junto a mi madre, mientras aquellos hombres, a pesar de estar en clara desventaja numérica, masacraban a los que yo conocía, a todos aquellos a los que quería, sin piedad, sin esfuerzo alguno, o al menos eso parecía. De sus manos brotaban destellos y sus armas danzaban en el aire levantando gritos de angustia y salpicaduras de sangre. La gente se apiñaba por todos los rincones del pueblo, algunos huyendo, otros intentando esconderse. Yo simplemente corría, sintiendo el miedo en la boca del estómago, tan cerca...

No se que fue de la suerte de la mayoría de los que allí estuvieron. No creo que sobreviviesen muchos, probablemente esos hombres les dieron caza al intentar escapar. Pude observar como mi padre era derribado al suelo, y, aunque doblé la esquina en ese momento, no dudo de cual fue su final. En aquella marabunta, quien se encontraba expuesto a los jinetes que nos cazaban como a conejos, eran masacrados sin piedad

Me escondí, tras correr como alma que lleva el diablo, tras una pequeña elevación de terreno, medio oculto tras unas rocas. Mi madre y dos vecinas se ocultaron a su vez, pero el sitio más protegido era el mio. Por eso, quizás, mi suerte fue diferente. Un soldado advirtió la presencia de dos de nosotros, entre ellos, mi madre. Ellas, en un último intento para desviar la atención de aquellos hombres, corrieron. El soldado las persiguió. No hay nada tan horrible para un niño como perder a sus dos progenitores el mismo día, te lo aseguro. Razón por la cual, en aquel momento, el soldado habría advertido nuestra presencia, si no hubiera sido por la rápida reacción de una de las amigas de mi madre, que me tapó la boca antes de que gritara

Tuvimos suerte. No nos encontraron. Horas más tarde, tras incendiar nuestro pueblo, acabar con los supervivientes, y asegurar los alrededores, los jinetes partieron. No nos encontraron. Quizás fue suerte, quizás fue cosa del destino. No lo sé, ni tampoco me importa. En un mismo día me habían arrebatado todo lo que quería, todo en lo que creía, y todo por mi estupidez. Si no hubiera hablado de ella, nada hubiese ocurrido...

Del resto de mi adolescencia me acuerdo bien poco. Quizás mi mente grabó con fuerza los recuerdos del horro vivido ese día y de lo que le precedió, dejando el resto borroso e incomprensible. Creo recordar que yo y mi vecina, una mujer entrada en años llamada Reikia, intentamos ganarnos la vida como pudimos en los pueblos vecinos. La vida no es fácil para un chico de 14 años recién cumplidos, cuya única experiencia es la de haber trabajado como aprendiz de carpintero, y para una mujer entrada en años que dependía de su marido en gran medida. Aún asi, tuvimos suerte. Trabajé de muchas cosas, siempre tareas desagradables y abominables, y nunca tuve algo que llevarme a la boca. Pasamos dos años vagando de un lado para otro, buscando sustento y alojamiento. Reikia murió una noche fría que tuvimos que dormir a la interperie, asaltada por unos bandidos de los que yo logré escapar por puro instinto. Aunque parecía que la suerte me sonreía al haberme permitido vivir tanto tiempo, yo me sentía el joven mas desgraciado del universo, pues había perdido todo lo que quería, y no llegué a estar en algún sitio lo suficiente, o a entablar una relación tan profunda, como para hacer amigos nuevos. El mundo es cruel y duro, y más de una vez, tras quedarme solo, estuve al borde de la muerte por inanición. Pero siempre me dominó un sentimiento... No, una obsesión. La venganza. Y la culpa. La más horrible, destructora, y corrosiva culpa que puedas imaginarte

Otro año más tarde, dió la casualidad de que me encontraba en el lugar acertado en el momento acertado, y, gracias a un hombre de gran corazón y mente calculadora, logre entrar como criado al servicio de un guerrero famoso en la región, que poseía alguna que otra tierra, y que tenía lo justo para mantener sus propiedades, pero que no gozaba de demasiada prosperidad en los tiempos que corrían por aquel entonces. Al borde de la locura y de la desesperación, encontré entre los demás criados un soporte para seguir adelante, y entable algo parecido a la amistad con alguno de ellos. Habían pasado por muchas situaciones, y algunas de las historias que me contaron eran casi tan duras como lo había sido mi vida desde aquel fatídico día. Así que encontré, en cierto modo, un hogar. No recuerdo ninguna comodidad, pero al menos tenía algo que llevarme a la boca

A nuestro amo, Kurosaki Toushiro se llamaba, le veíamos solo de vez en cuando. Yo me encargaba de servir en la casa que dirigía su primo, el cual, por cierto, era un poco arrogante para no ser más que un simple familiar de un guerrero pasado de moda y de época, al cual ya solo le quedaba politequear y lamer alguna bota buscando un golpe de suerte que restableciese su economía. Yo me encargaba de limpiar la casa y mantenerla en orden, junto con otros dos criados, un hombre y una mujer algo mayores para mí, y bastante diestros en lo que a nuestras tareas correspondía. Al principio comencé trabajando en el campo, como todos, pero pronto me relegaron a la casa. Se conoce que le caía bien a alguien, aunque nunca he comprendido a quien, pues el dueño (bueno, de hecho, el dueño era su primo) de la casa parecía odiarme. Pero voy a centrarme en lo importante. Por cierto, no lo he comentado, pero durante todo este tiempo, seguía cegado por el odio y la venganza, aunque intentaba ocultarlo bajo una fachada de recién recobrada esperanza y gusto por la vida... Lo cual no era falso del todo, si bien tampoco era cierto

Un día, Kurosaki Toushiro se fijó en mí. Obviamente, siempre que venía, o le observaba de lejos con curiosidad, en compañía del resto de criados, o me enteraba por algún compañero. A pesar de ser un viejo pasado en años, un recuerdo de lo que fue, si que es verdad que sus aventuras eran conocidas por la región, y era fácil guardarle respeto, e incluso admirarle. Pero aquella vez yo estaba ocioso, pasando el tiempo con un compañero que acababa de llegar del campo. Eran pocos los momentos en los que podía relajarme del trabajo, pero los que tenía los aprovechaba para realizar algunos pequeños juegos con los compañeros más activos. Era un joven vigoroso e incansable, e incluso tras un día entero de duro esfuerzo, siempre quedaba espacio para alguna carrera o alguna pelea en los campos de arroz. Nos turnabamos para competir, e incluso hacíamos apuestas entre nosotros. Es verdad eso que se dice de que entre los criados y los sirvientes existe una gran camadería, o al menos así era entre nosotros. Pero yo utilizaba estos juegos con doble finalidad. Me entrenaba, me preparaba para cobrarme mi venganza en el futuro. No tenía ni idea de como iba a hacerlo, pero sabía que, tarde o temprano, llegaría mi hora

Él día en que Kurosaki se fijó en mí, yo estaba compitiendo con uno de mis compañeros en una pelea simulada, así la llamabamos, a pesar de que alguno acababa con varios moretones de más e incluso algún corte bastante feo. Cuando acabé con mi adversario -yo era bastante bueno, por descontado, en este tipo de juegos, aunque algunos conseguían tumbarme de vez en cuando-, nos dimos cuenta de que los criados que nos rodeaban y animaban estaban callados, y de que en el ambiente se percibía una tensión tan oprimente como la de una tormenta de verano. Cuando giré mi rostro hacía el camino adyacente a la pequeña explanada donde realizabamos nuestras violentas actividades -cercana a la casa, pero lo suficientemente recogida para que nuestros amos no nos vieran hacer el gandul de manera tan indiscreta- pude observar como, subido en un caballo de alto porte y crin oscura, y mirandome con curiosidad, el amo al que todos servíamos indirectamente, y al que ninguno conociamos realmente, se posicionaba erguido, acompañado por su hermana y por su primo, el cual nos miraba de forma muy significativa -Una de esas miradas que no auguran nada bueno-, probablemente en uno de los paseos matinales que daba de vez en cuando, para charlar con sus familiares de las últimas novedades

En la explanada reinaba el silencio. Todos contemplabamos mudos aquella imagen, aquel extraño al que todos respetabamos y criticabamos en nuestras bromas por lo bajo al mismo tiempo. El solo tenía ojos para mí. Rápidamente, yo y mi compañero nos levantamos, y comenzamos a balbucear algunas palabras de disculpas. Se suponía que una persona responsable debería mantener a sus criados y jornaleros ocupados, y, aunque esa vez no teníamos ninguna labor pendiente, nunca era del agrado ver como tu primo dejaba que los hombres a su servicio hicieran el vago de aquella manera. Probablemente Kurosaki haría algún comentario agudo en presencia de su primo, y luego este pagaría el pato con nosotros. O eso es lo que pensabamos todos. Pero Kurosaki no parecía enfadado, ni siquiera molesto. Más bien parecía sentir curiosidad. Por mí. Razón de más para que de mi boca solo surgieran palabras inconexas sin sentido. En verdad, intentar hilar una disculpa en momentos de tensión, sin tiempo para medir tus palabras, es una tarea ardua, aunque he de confesar que he ganado experiencia con los años. De todas maneras, sigo siendo tan hábil con la lengua como un pueblerino cualquiera. Pero al menos, se cuando callar. Por aquel entonces no lo sabía

Kurosaki se limitó a alzar una mano, y, sonriendo, habló con serenidad, e incluso con amabilidad, lo que nos dejó sorprendidos a todos. Y que decir de la cara que puso su primo, nuestro amo en su ausencia. Irrepetible. Su hermana, en cambio, no pareció demasiado extrañada. Que yo sepa, pasaba bastante tiempo con él, así que supongo que sabría cuando su hermano se estaba ablandando y cuando no. Aunque Kurosaki no tenía fama de señor implacable y autoritario, siempre es una sorpresa ver a un guerrero conocido, una persona que probablemente ha sesgado inumerables vidas y ha salvado otras tantas, dirigirse a ti con un tono que roza la humildad

-Por favor, seguid. Podría pediros que nos dejaráis acompañaros unos minutos? Agradecería de ver algún espectáculo entretenido de vez en cuando, y vuestras luchas prometen algo de emoción

Por supuesto que cedimos el sitio al señor Toushiro y a sus compañeros, así como al pequeño séquito que les acompañaba (no más de cuatro hombres), aunque todo tras comprobar que nuestro habitual señor no hacía ningún gesto extraño. Este se limitaba a mirar a su primo como si no le conociera, como si acabara de oir decir a un extraño que del norte se acerca un ejercito de demonios furiosos dispuestos a arrasar sus cosechas

Cuando se hubieron unido a nuestro corro, y a pesar de nuestra incredulidad e incomodidad (muchos nunca habíamos hablado con Toushiro, y muy pocos sabían comportarse ante personas de aquel nivel social), Kurosaki nos preguntó quienes serían los próximos en luchar, y si le permitíamos compartir nuestras apuestas. Durante unos momentos de tensión, nadie habló, aunque al final tomé la iniciativa, eso sí, con voz insegura. Todo hay que decirlo, tras unos minutos, la familiaridad del trato de Kurosaki nos relajó a todos, aunque en ningún momento perdimos la tensión. No es común entre los de su clase actuar de esa manera con los criados. Tras unas pocas peleas, me tocó a mí. A esas alturas, el ambiente se había distendido un poco, pero en el momento en el que salí, la mirada que me dirigió Kurosaki volvió a ponerme nervioso. Nadie más se dió cuenta, y quizás fue una imaginación, pero me dió la sensación de que había pedido estar allí solo para verme allí, solo por esa razón

Durante el combate, me moví de forma torpe y patosa. No podía concentrarme sabiendo que me observaba el amo del que todos hablaban y al que nadie conocía. Todo era demasiado extraño, y el comportamiento de Kurosaki, aún más. Gané, por descontado, pero cuando volví la cabeza hacía los que me aplaudían (entre ellos los que acompañaban a Kurosaki, que, aunque aún algo nerviosos, casi parecían disfrutar con la escena), pude ver la mirada de decepción del amo

Acto después se fueron. Se excusaron, por supuesto, aunque no habría hecho falta. Pero Kurosaki no parecía muy dado a tratarnos como lo que realmente eramos: Criados. No volvimos a verle en dos años

Cuando yo ya contaba los 21 años de edad, mi vida había pasado por tantas etapas que ya ni recordaba los detalles. Había sido todo un huracán, algo acelerado, indomable... Pero ahora parecía haber encontrado un sentido, un orden, al fin. Más tarde que temprano se demostró que, pese a tener menos experiencia que muchos de mis compañeros, tenía un gran potencial, y me nombraron el organizador de la casa, en ausencia del primo de Kurosaki y de su mujer, y el jefe de los criados, en su presencia. Su trato hacía mi se fue suavizando, e incluso tuve la suerte de que mis compañeros no me guardaban rencor o envidia por mi puesto, aunque siempre hubo excepciones. Era feliz, en parte. Pero había algo que no podía borrar, algo que no podía olvidar: Mis ansias de venganza, mi sentimiento de culpa, y el recuerdo de lo ocurrido en mi tierna infancia. Lejos de disminuir, fue creciendo con el tiempo, y prontó me vi consumido por mi obsesión. Había hecho planes, lo tenía todo pensado. Solo necesitaba algo de dinero, y saldar la deuda con mi amo

Un día volvió Kurosaki. Esta vez venía acompañado por un joven, un chico de negros cabellos y mirada tan oscura como el tizón, aunque de rasgos delicados y sonrisa radiante. Parecía un chico activo y alegre, y daba la sensación de que todo le impresionaba. Kurosaki le miraba como si de su hijo se tratase. Nosotros nos limitamos a callar y a observarles. No comentamos nada, al fin y al cabo, no nos influenciaba en lo más minimo las compañías o los secretos de Kurosaki. Esa misma noche, salí a escondidas de la casa

Lo hacía muchas noches. Desde el momento en el que tuve más responsabilidades, también tuve más tiempo para mí, y mi venganza necesitaba entrenamientos y dedicación para salir bien. No me había replanteado que hacer una vez hubiera conseguido mi objetivo, y tampoco sabía aún quien era ese hombre que poblaba mis peores pesadillas, pero había una cosa en la que sí que podía prepararme: El combate. Así que todas las noches que podía, en secreto, salía de la casa y me dirigía al río cercano a practicar con un palo de bambú que logré añadir a mis escasas propiedades tras varias semanas de súplica a mi amo más directo (el primo de Kurosaki, por supuesto... Su nombre es dificil de pronunciar, asi que me abstendré de nombrarle, por mucho que te líes con la narración). Practicaba contra mí mismo, luchaba por mejorar, combatía en el agua, contra las rocas, contra los árboles... Y siempre me imaginaba el rostro de mi enemigo, de aquel hombre que me había arrebatado todo sin motivo ni derecho alguno, de aquel que había sesgado mi vida, dejandome al borde de la locura y de la muerte. Dominado por la venganza que no me dejaba simplemente disfrutar de la nueva vida que se me había ofrecido. Era egoísta, lo sé, pero por aquel entonces me dominaba la pasión propia de los de mi edad, y... No, era algo más

Esa noche, noté una presencia. Sentía que alguien me observaba. Al principio, tras repasar el lugar con la mirada y no encontrar a nadie, lo achaqué a mi imaginación, pero tras una hora, me dí cuenta de que allí había alguien más. Entonces, descubrí su presencia. Me dí la vuelta, y ví una sombra ocultarse justo en el último momento, detrás de un árbol. Con los musculos tensos, alcé mi arma inofensiva, y apunté hacia donde antes había estado la sombra. Con voz insegura aunque decidida, dije

-No te tengo miedo. Sal de ahí y combate, si es lo que quieres. De lo contrario serás un cobarde por espiarme de esa forma, y tu honor quedará mancillado

No se como pude soltar algo tan largo sin que la voz se me quebrara. Algo de miedo tenía, he de reconocerlo. Pero mi excitación durante esas sesiones me hacía parecer más valiente de lo que en realidad era. Lentamente, detrás de su escondite surgió una figura, que al principio no reconocí. Y cuando lo hice, no pude evitar un grito ahogado. Allí estaba, sonriente y relajado, mi verdadero amo, Kurosaki Toushiro. No había vuelto a verle tan de cerca desde aquel último encuentro que tuvimos hacía más de un año, así que la impresión fue bastante fuerte. Yo ya era un hombre hecho y derecho, pero Kurosaki parecía destilar años de experiencias y vivencias a cada paso que daba, y llevaba a la espalda mucha más sabiduría de la que yo había podido acumular en mi caótica y corta vida. Él se limitó a reir

-Así que deseas que combata contra tí, no es así?- Volvió a reir -No, no creo que eso te gustase. Te he estado observando

Yo simplemente me quedé callado, sin saber que hacer. Por supuesto, mi inútil arma había caido al suelo por el susto, así que estaba totalmente desprotegido. Y paralizado. Pero Kurosaki no parecia una figura amenazadora. Al ver que yo no respondía, continuó

-Combates bien. Tensas los musculos antes de cada golpe, y esperas a ver los movimientos de tu enemigo antes de atacar. Cuando lo haces, das golpes secos y cortantes, como los de una cola, o punzantes y precisos, como los de una mordedura. Es un estilo de combate parecido al de una serpiente, pero lo has adaptado a tu propio método. Combinas esos ataques con pasos y movimientos bruscos y fieros, aunque calculados, lo que procede, probablemente, de un estilo que conocí hace mucho tiempo, llamado la posición del tigre. Y, en cambio, a veces te mantienes a la espera, quieto como una estatua, lo que confunde a tu enemigo. Mantienes bien tu equilibrio y podrías realizar acrobacias diversas, así como movimientos exagerados con una espada, por lo que quizás el estilo del mono podría aportar mucho a tu estilo de ataque. En cambio, el combate del dragón, o el de la grulla, es una causa perdida contigo. Al igual que conmigo...

Yo escuchaba sin escuchar. Parecía que, antes que conmigo, Kurosaki conversaba consigo mismo, como si estuviese repitiendose lo que ya sabía. Yo estaba en un estado de shock del que no podía, o no quería salir. Que significaba todo aquello???

-Lo que me parece más fascinante es que has aprendido todo esto por tí mismo. Has desarrollado todos esos movimientos por tu cuenta, sin mentor alguno... Que es lo que te ha motivado a ello, chico???

Respondí por acto reflejo, sin pensar

-Venganza

Kurosaki frunció el ceño

-Ya veo...

Durante unos segundos, permanecimos en silencio. Después yo hablé

-Que...??? Por que...???- Había tantas preguntas que deseaba hacer que no podía hilar ningún tipo de frase hecha y derecha para formularlas. Kurosaki sonrió

-Me recuerdas a mí, cuando era jóven. Claro que yo nunca fuí criado, como tú. Tuve algo más de suerte. Pero tu forma de moverte, tu postura... Tus ojos... Sí, desde luego, me recuerdas a mí. Al menos en parte. Si es verdad que le digo lo mismo a Osaco, pero el encarna mi otro yo... Pero eso es otro tema. Te preguntaras que hago aquí

Yo me limité a recoger mi arma, y, apuntandole de nuevo con ella, asentí, aún con desconfianza. Kurosaki sonrió

-Hace ya más de un año, si mi memoria no me falla, te observe combatir con las manos desnudas contra uno de los jornaleros. Ya entonces me fijé en tí, y me quedé solo para verte luchar, pues me interesabas. Hacía mucho que no veía a un jóven como tú, y, desde luego, me emocioné más de la cuenta. He de reconocer que me decepcionastes. Pero ahora me doy cuenta de que debió haber sido una coincidencia que aquella vez...

-Nervios- Añadí yo con brusquedad, cada vez más confuso. Kurosaki me miró sorprendido

-Nervios??? Si... No lo había pensado. Supongo que impongo cierta aura amenazadora sobre los criados, como cualquier otro señor que se precie... Pero tranquilo, a partir de ahora puedes fiarte de mí, te aseguro que no voy a tratarte mal de ninguna manera, a menos, claro, que me induzcas a ello- Acto seguido solto una risita. Yo no bajé la guardia -Oh, relajate!!! Baja ese inútil palo de una vez. Si quisiera atacarte, ya lo habría hecho. Y, en el caso de que lo hiciera, creeme, un simple palo no te serviría contra mí

Baje el palo, aunque seguí con los musculos tensos. Kurosaki alzo las cejas, divertido, y continuó con su monólogo

-Como quieras. La única razón por la que vine aquí es la curiosidad. Me interesaba saber donde iba uno de mis criados a altas horas de la noche, solo, y con un palo de entrenamiento -Dijo mirando divertido la ridícula arma que tenía entre mis manos- Y ya lo he visto. Dime, joven... Cual es tu nombre???

-Naosuke Kurosawa

-Esta bien... Naosuke... Que te parecería dejar de ser un criado??? Que me dirías si te propusiese que me acompañases en calidad de uno de mis subordinados directos, durante un mes o dos, antes de volver aquí, para que pueda probarte??? Y, si estoy satisfecho contigo, lo cual creo que será cierto, convertirte en uno de mis discipulos???

Figurate mi sorpresa al oir esas palabras. Por supuesto, al principio no pude articular frase alguna, pero cuando me recuperé de la impresión, cuando ya parecía que Kurosaki se estaba impacientando, accedí sin pensarmelo dos veces. Me resultó duro separarme de algunos de mis compañeros, pero se me ofrecía una oportunidad única, una vida idónea para cumplir mi verdadero objetivo. Una mañana, sin aviso previo, me despertaron y tuve que partir sin despedirme. Más adelante, cada año, pasaba de vez en cuando por allí, y podía hablar con ellos, pero no voy a dar más detalles, porque no quiero adelantar acontecimientos

Durante el mes y medio en el que comencé a viajar con Kurosaki Toushiro fui puesto a prueba de multiples maneras, y la mayoría de las veces fallé estrepitosamente, o eso me pareció a mí. Kurosaki, en cambio, se limitaba a sonreir, e incluso decía que estaba superando sus expectativas. No tuve ningún problema en conectar con Osaco, el otro aprendiz de Kurosaki, debido a su personalidad abierta y amable. Nuestro maestro, en un principio, solo había pensado escoger un discípulo, ya que un día pensó que era su obligación trasmitir los conocimientos aprendidos a lo largo de su vida para que no desapareciesen con él. Eramos sus primeros aprendices, ya que, a pesar de que Kurosaki estaba entrado en años, nunca había sentido la necesidad de enseñar a algún pupilo, ni había accedido a las súplicas de los jóvenes que se lo habían pedido. Por tanto, era un maestro primerizo, y nosotros dos eramos, por llamarlo de algún modo, sus muñecos de pruebas. Como iba diciendo, al principio solo se planteó tener un díscipulo, pero cambió de idea en cuando me vió. Siempre nos decía que eramos jovenes especiales, que había visto algo en nosotros que el resto de las personas no tenían. Siempre nos trataba por igual, y, todo hay que decirlo, nuestras habilidades también se desarrollaban de forma similar. Cuanto más entrenabamos, más parecía que mejoraba el otro, y por tanto nos esforzabamos más. Contabamos las veces que ganabamos al otro en un combate, y los dos llevabamos una puntuación casi idéntica

Ah, si, mi compañero... Al principio, cuando le conocí, no tenía ni idea del papel que jugaría en mi vida. Eso sí, era todo lo contrario a mí. Era vivaracho, alocado, y siempre tenía una sonrisa en la cara. Yo, quizás por el rumbo que había tomado mi vida, me había convertido en alguien calculador, sensato, y normalmente no debaba traslucir mis sentimientos. Quizás por ser tan opuestos, congeniamos tan bien. Pasé 3 años con mi maestro y con él, y tarde o temprano acabé por considerarles mi familia. Kurosaki nos trataba como si fueramos sus hijos, ya que, según parecía, el no podía concebir. Yo y Osaco eramos inseparables. Juntos, los tres viajamos a muchos lugares, y pude aprender muchas cosas. Nuestro maestro nos enseñó los misterios del ki y su utilización, y así logré los poderes que ahora poseo'

Ulric alzó las cejas, y Naosuke se apresuró a añadir

-No debería haber dicho eso. Da igual, olvidalo

Ulric decidió no hacer comentarios

-El entrenamiento al principio era duro- Naosuke continuó con su historia -Y Kurosaki, que se preocupaba por mí como si fuera parte de su propio cuerpo, intentó en más de una ocasión que olvidará mis objetivos de venganza. No le fue dificil descubrir mi verdadera motivación, por descontado. Yo nunca le escuche. El afirmaba que esas ansias de venganza acabarían por destruir lo que yo más quería. Pero no le escuche. Debí haberle escuhado- Naosuke suspiró, y se quedó un momento en silencio. Súbitamente, continuó su narración -Y, aún así, eramos felices

'Pero un día, algo cambio. Estabamos inspeccionando una cueva, cuando vimos un resplandor. Por aquel entonces, yo ya tenía 24 años, casi 25, y Osaco, una edad similar. Los dos nos habíamos convertido en fieros guerreros. Como comprenderás, yo mismo estaba fascinado por el cambio que se había operado en mi vida. Había pasado de ser un simple aprendiz de carpintero a ser enseñado por un gran guerrero en los misterios de fuerzas interiores de las que no había oido hablar durante mi adolescencia. Era feliz

Ese día, Kurosaki parecía algo tenso, como si supiese que algo malo iba a ocurrir. Nada más ver el resplandor, una tenue luz al final de la cueva, nos dijo que esperaramos ahí, junto con el resto de su séquito, y el se interno a inspeccionar junto con dos guardias. Tras unos minutos, volvió con el ceño fruncido, asegurando que no había visto nada extraño. Y, entonces, el mundo explotó

Lo primero que vi tras levantarme del suelo, y recuperar la visión, fue un rostro conocido. El rostro de ella, de la chica del rio, del desencadenante de todas las desgracias que habían acaecido en mi vida. Era ella, de nuevo, a pesar de que yo la había visto morir, de que había desaparecido. Al principio me quede sin habla. Y luego, cuando volví a la consciencia, me di cuenta de que lo que veía, en realidad, era una espada de filo negro como el azabache, apuntando a mi garganta. Y la sostenía aquel hombre, ese recuerdo imborrable de mis años jovenes, ese monstruo del que había jurado vengarme hacía ya mucho. Ese ser que dominaba todas mis pesadillas, toda mi vida, hasta tal punto que no pensaba en otra cosa que en matarle de la forma más cruel posible. Me miraba con una sonrisa, como si estuviera anticipandose al placer que le iba a causar matarme

-Vaya, vaya... Que tenemos aqui???- Dijo, girando la cabeza hacia el resto del comité, que se encontraba tirado en el suelo, al igual que yo, inmovilizados o amenazados por los subordinados de aquel horrendo ser -El famoso Kurosaki Toushiro, y su séquito. Que coincidencia, hace un rato estaba comentando con mis hombres que hacía mucho que no teníamos un poco de acción

Parecía no acordarse de mí. Probablemente, no era más que una cara entre la multitud, una víctima más en un día que probablemente ni recordaría. Pero yo si me acordaba de él. Desde luego que me acordaba. Tense los musculos, y mi cara se fue desfigurando, poco a poco, por la ira contenida durante tantos años. Kurosaki habló

-Coincidencia??? Curiosa forma de llamar a un trampa planificada desde hace tiempo. Así que al fin me has encontrado...

El hombre de la espada negra ensanchó la sonrisa

-Por favor, Kurosaki. Me sobreestimas demasiado. Nadie puede tender una trampa al gran guerrero del cerezo, verdad???- Sus hombres rieron, aunque sin perder de vista a sus presas

Kurosaki no cambió el tono de su voz

-Se lo que quieres. Antes moriría

-Bueno, por eso no te preocupes. Registradle

Entonces, oí el sonido de pasos acercandose a donde debería encontrarse mi maestro. Pero yo no me enteraba de nada. Solo tenía ojos para aquel hombre. Sí giré la cabeza cuando oí el forcejeo, el sonido de algo cortandose, y el inconfundible sabor de la energía en el ambiente. Oí gritos, y, de repente, me ví liberado de mi amenaza. La espada ya no estaba allí, tampoco mi enemigo. Cuando pude descubrir que había ocurrido (todo había sido muy rápido), pude ver como las figuras de mi maestro y de mi enemigo, de la persona a la que más quería y de la persona a la que mas odiaba, se mantenían erguidas una frente a la otra, con las espadas cruzadas, y los musculos en tensión. La cueva, de repente, pareció estar repleta de estatuas. No se oía ni el más minimo roce de la ropa, o el más minimo suspiro. Kurosaki habló primero

-Da igual lo que intentes. No cederé. Antes moriría, o dejaría que todos murieramos. Evitaré a toda consta que consigas lo que poseo

El otro sonrió

-Has sido rápido. Se me olvidó que no eres un guerrero normal y corriente. Creía que con la edad habrían disminuido tus reflejos- Sonrió aún más -Pero, aún así, estas perdido. Tú eres simplemente un guardián de uno de los objetos que busco, mientras que yo tengo dos en mi poder, y se utilizarlo. Tú ya eres viejo, yo, en cambio, veo mis poderes incrementar con el tiempo. No tienes opción contra mí

En ese momento, me dí cuenta de que uno de los objetos a los que se refería ese hombre, era mi amiga. Simplemente lo supe. Es una de esas sensaciones que no puedes explicar, pero de las que estas totalmente seguro. Y eso hizo que mi furia incrementase. Mi cuerpo no me respondía, pero deseaba acercarme a ese hombre, agarrarle del cuello, despedazarle... Mis musculos estaban en tensión, mis venas palpitaban en mi sien. Solo tenía ojos para aquel hombre que me lo había arrebatado todo

Kurosaki atacó antes que su contrincante. Nunca he visto un combate tan formidable como el que se desarrollo entre esos dos hombres, ni tampoco he sentido nunca lo que sentí entonces. El resto de los espectadores, al igual que yo, guardaban silencio, paralizados por la magnificiencia del momento. Kurosaki era superado por su contrincante en muchos aspectos, y al principio parecía que la balanza se inclinaría en su contra. Pero, tras una serie de movimientos tan rápidos que no los distinguí, y un estallido que retumbó en mis oídos como si alguien estuviese agujereandome la cabeza, Kurosaki apareció erguido sobre su oponente, que se encontraba yaciendo en el suelo, mirando estupefacto a mi maestro

-Vaya... No me esperaba eso... Eres una caja de sorpresas, Kurosaki

Mi maestro frunció el ceño. Jadeaba, y parecía haber jugado todas sus cartas, pero, por suerte, había ganado

No me odiaré más en mi vida por nada, como por lo que hice esa noche. En ese momento, justo cuando todo había acabado, cuando mi maestro había logrado vencer y parecía que la tragedia que podría haber sido no ocurriría jamás, justo en ese momento, me levanté, y corrí. No pensé en el resto de los que me acompañaban, ni en Kurosaki, ni en Osaco. Un único pensamiento vagaba por mi mente. Y este era que, tras años y años planeando mi venganza, al final otro iba a realizar el trabajo que me correspondía por derecho. No iba a permitirlo. Quería ver a ese hombre sufrir, quería acabar con su vida, y quería hacerlo yo mismo. No podía permitir que mi maestro me quitara el placer

Fue todo tan repentino, que nadie reaccionó a tiempo. Yo ya apuntaba con mi espada hacia el cuello de ese hombre cuando mi maestro gritó "No!!!". Ví la sonrisa dibujada en la cara de mi enemigo, antes de que este rodara en el suelo, y me atacara a una velocidad casi inhumana. No me lo esperaba, y perdí el equilibrio. Antes de oir la espada a apenas un palmo de mí, pude saborear la muerte en mi paladar, como un pequeño aviso anónimo de lo que iba a ocurrirme

"Así que esto es morirme" pensé. Al principio, solo sentí rabia, rabia por no haber cumplido mi objetivo. Pero más tarde sentí pena. Pena por dejar un lugar en el mundo en el que por fin parecía encajar, por abandonar a mi maestro, y a mi mejor amigo, por despedirme de la vida que por fin parecía haberme aceptado a regañadientes. Y, entonces, vi sangre. Pero no era mía. Mi maestro, en un último acto reflejo, desvió el ataque de su contrincante. Este, por supuesto, estaba esperando esa reacción. Yo apenas era un señuelo para desviar su concentración. Vi como, por segunda vez en mi vida, ese hombre hundía su negra espada en el cuerpo de un ser querido. Mi maestro pareció sorprendido, aunque no demasiado alterado, al ver manar la sangre de la herida recién abierta por la espada que aún seguía dentro. Después me miró, y sonrió, antes de caer al suelo

Entonces, una onda expansiva me lanzó hacia atrás. Caí de culo sobre la fría y dura roca, y sentí que me había roto algo (aunque, por suerte, no fue así). El repentino y violento ataque procedía de una figura, que se mantenía erguida, frente a un grupo de personas que, yaciendo en el suelo, le observabamos atónitos. Osaco gritaba. Gritaba con toda su alma, como si dentro de él yaciesen millares de demonios luchando por salir hacia fuera. Y la caverna tembló. Osaco cayó al suelo, inconsciente. Entonces, se desató el caos

La caverna comenzó a derrumbarse, y todos los que se encontraban allí, de un bando u otro, comenzaron a correr hacia la salida como alma que lleva el diablo. Yo solo tenía ojos para mi maestro, que, tendido en el suelo, inerte, parecía exhalar su último suspiro. Sin importarme nada más que él, me acerqué y le dí la vuelta. De su herida manaba abundante sangre, y sus ojos me miraban sin verme de verdad, cubiertos por el velo borroso anterior a la muerte. Sentí que unas gotas caían sobre él, y me sorprendí cuando me dí cuenta de que eran mis lágrimas. Kurosaki se limitó a sonreir

-Naosuke... Debes... Salvar... A Osaco...

Asintiendo, corrí entre las rocas que habían caido, esquivando el resto de derrumbamientos que se iban produciendo a lo largo de la cueva. Me dí cuenta de que escapar de allí iba a ser más complicado de lo que creía. Había perdido un tiempo muy valioso...

Cuando llegué junto a Osaco, no me preocupé en mirar si aún respiraba o no. Simplemente le cargué en brazos, y me dispuse a salir de la cueva. Pero antes, me acerqué a mi maestro. No podía dejarle allí. Debía salvarle. El tosió, y habló con dificultad cuando hice ademán de cargar con el también (cosa que, por cierto, no sabía como lograr)

-No!!! Es tarde para mi... Pero hazme un favor... Coge esto... Y cuidalo con tu vida...'

-Que te dio???- Preguntó Ulric al ver que Naosuke se mantenía en silencio. Este se limitó a negar con la cabeza

-Un objeto. Preferiría no hablar de ello

-Como desees

-La caverna se derrumbaba, y todo parecía perdido. Entonces, ví una vía de escape. Se había formado un pequeño hueco entre dos derrumbamientos de rocas, que, si la poca visibilidad y mi suerte no me fallaban, se mantendría firme durante el derrumbamiento, formando una bolsa de aire. La cueva no era muy profunda, y, si la providencia nos sonreía, quizás, cuando acabase el derrumbamiento, pudieramos acceder a la superficie. Yo conocía alguna técnica que podría tener fuerza suficiente como para apartar las rocas menos pesadas. Pero todo era cuestión del destino. Si tenía suerte, sobreviviría. Si la fortuna me había abandonado al fin, moriría enterrado ahí. Y, lo peor de todo, parecía la única opción

'Tras arrastrar a mi maestro y a Osaco a la pequeña bolsa de aire, me encogí todo lo que pude en el escaso espacio restante, y esperé. El sonido se hizo atronador, y una roca me golpeó en la espalda. Perdí la consciencia durante unos minutos

Cuando volví en mí, el derrumbamiento había acabado. Una pequeña luz se filtraba entre dos rocas, así que, haciendo acopio de mis últimas fuerzas, las aparté como pude, y, tras vermelas con algunos obstáculos más (los cuales no habría podido salvar sin las técnicas que aprendí...), logré abrir un camino hacia la superficie. Arrastré a mis dos acompañantes conmigo, y salimos hacia la luz. Apoyados sobre la hierba, lejos del lugar del derrumbamiento, me arrastré con dificultad hacia Kurosaki. No estaba consciente, y parecía tan pálido que al principio pensé que estaba muerto. Osaco se removió, y, súbitamente, abrió los ojos. Me miró sorprendido, y tardó unos segundos en ubicarse. Cuando vió a Kurosaki, abrió la boca y su mirada pareció perderse en el infinito. Entonces Kurosaki pareció hacer acopio de su ultimo aliento para hablar. Era apenas un susurro, pero los dos le entendimos perfectamente

-Naosuke... No dejes... Que la venganza... Acabe contigo

Murió en nuestros brazos. Sin ceremonia, sin clemencia alguna, mientras el sol se ponía en el horizonte. Hicimos una cruz de madera y la clavamos allí mismo, junto a su cuerpo. No teníamos material para enterrarle, ni tampoco fuerzas, así que dejamos su cuerpo cubierto por varias rocas que encontramos. Durante un buen rato, estuvimos contemplando la improvisada tumba, en absoluta oscuridad. Al final, Osaco se giró, y me dio un puñetazo. Caí al suelo, y le miré sorprendido. Tenía los ojos bañados en lagrimas, y su boca esta torcida por el dolor

-TODO ES CULPA TUYA!!! ME HAS QUITADO LO ÚNICO QUE TENÍA- Dijo. Yo callé. Sabía que Osaco había sido huérfano, que su vida había sido igual o peor a la mía. Su mirada se endureció, y dejo de llorar -Naosuke Kurosawa, antes eramos amigos. Pero ya nunca más. Me vengaré de tí, cueste lo que cueste. A partir de ahora, considerate mi enemigo

Yo guardé silencio. El se giró y se sentó, a cierta distancia de mí, contemplando la tumba. Yo no me moví ni un ápice

A la mañana siguiente, se había ido'

-Que historia tan triste- Dijo Ulric. Naosuke se limitó a mirar el horizonte. Parecía inmerso en sus recuerdos. Ulric esperó un rato, en silencio, junto a él. Luego, Naosuke continuó hablando

-Y esa, en resumidas cuentas, es mi historia. No he vuelto a saber nada de ninguno de los personajes a los que te he mencionado. Pasé un año sirviendo de mercenario, odiandome a mi mismo, buscando la muerte. Mis ansias de venganza fueron reemplazadas por un sentimiento de autocompasión, de odio, y de desesperación, todo a la vez. Presté mis servicios al mejor postor. Hace unos meses, recibí noticias de que Kurosaki Toushiro vagaba por Arcángel, la capital del Imperio

-Espera... Ese no era tu maestro???- Preguntó Ulric, preguntandose cuando se habría perdido en su narración

-Eso pensé yo al princpio- Añadió Kurosaki -Pero más tarde me describieron su apariencia, y apostaría mi mano a que es Osaco. Por que y para que se hace pasar por nuestro maestro, lo desconozco. Aproveché un encargo que me ofrecieron, de llevar a Arcángel un objeto al parecer muy importante, una de las partes de una armadura legendaria, o algo así. Acepté sin dudarlo. Pero cuando llegué a la capital, no encontré a Osaco. Un hombre me dijo que se había marchado hace unos días. Maldiciendo mi suerte, me apunté a un torneo de combate que se celebraba por aquel entonces. Supuse que, con un poco se suerte, mi viejo amigo, mi hermano... Iría. No fue, por descontado. Conocí a los compañeros que ahora me acompañan en ese torneo. Más tarde se nos uniría una mujer, pero eso más adelante. El caso es que, por descontado, fui eliminado en el torneo. Ganó un hombre imponente y extremadamente poderoso, llamado Jared. Probablemente habrás oido hablar de él

'Al final del torneo, las cosas... Se torcieron. Lo que llevó al mismisimo perro guardián de la emperatriz, Kisidan, a encargarnos una misión de vital importancia, de la que no hablaré. Nuestro grupo era variado pero poderoso. Uno de ellos me hizo estas cicatrices en mi cara, y otra ha intentado robar a la mitad de nosotros en contadas ocasiones. Y, aún así, me siento bien con ellos'

Naosuke sonrió por primera vez. Parecía que incluso el tono de su voz había cambiado

'Sabes? Últimamente ya no se que pensar. He vivido tantas cosas, que cada día todo me parece más absurdo. Y encima, esta ella... Una de nuestras compañeras... No es que me interese como mujer, no me malinterpretes, y no porque le falte belleza o cualidades. Es como si necesitase protegerla... Hay algo en ella. No se que es, pero me irrita bastante. He traicionado la confianza depositada en mí por ella, he cambiado mi misión por ella, e incluso me he embarcado en este maldito barco hacia ningún lugar por ella. No estoy despreciando al resto de mis compañeros, de hecho, siento cierta empatía hacia ellos... Es solo que esa mujer...

Ya no se que pensar'

Ulric se quedó unos segundos mirando a su acompañante. Este endureció subitamente la mirada, y el joven ladronzuelo supo que había pasado el momento

-No se porque te he contado todo esto. Hacía años que no le contaba a nadie mi historia, ni tampoco le había abierto mi corazón a ningún extraño. Nunca

-Supongo que ya era hora. Todos tenemos que abrir nuestros corazones alguna vez. Y, por lo que veo, tu más que nadie- Ulric sonrió. Sentía una extraña conexión con aquel hombre, como si, en el fondo, no fuera tan diferente a él. Sacó una botella de vino -Había estado reservando esto para cuando atracaramos en nuestro destino, pero supongo que es un buen momento para abrirla...

Naouske ni siquiera le miró

-No bebo. Gracias

Ulric pensó que quizás no eran tan parecidos

-En fin, da igual. Además, comienzo a estar cansado- Se levantó -Ha sido una verdadera delicia hablar contigo esta noche, Naosuke Kurosawa. Tranquilo, tus secretos estan seguros conmigo. Te lo prometo- Y esta vez, en verdad, no pensaba contarle a nadie esa historia. Quizás porque era demasiado larga para su gusto. Naosuke asintió con la cabeza, y permaneció con la vista en el horizonte

Cuando Ulric se fue de la cubierta, los únicos que quedaban allí eran una pareja contemplando el mar, aunque, por sus gestos, se podía deducir facilmente que en breve se irían a su camarote. Naosuke ni les miró. Observaba el horizonte. Pensativo

Nunca la había olvidado. A ella, a su amiga, a la desencadenante de todo lo que había acaecido en su vida. Sin ella, probablemente ahora sería un simple carpintero, y le haría a sus hijos regalos en los que trabajaría días y días, como aquel grabado que le había regalado su padre en su doceavo cumpleaños, y que ahora adornaba la empuñadura de su espada. El angel y el demonio se miraban indiferentes, inexpresivos, pero Naosuke sabía que en realidad no era así

'Las apariencias engañan' Le había dicho su padre 'Fijate en sus manos. A pesar de que han sido creados para ser enemigos, sus manos se acercan el uno al otro, como si quisieran abrazarse. La pureza y la venganza, la luz y la oscuridad, el ángel o el demonio... Todo tiene su ying y su yang. Y, por muy diferentes que parezcan, siempre se buscarán a si mismos. Y, aunque fueron creados para odiarse, para luchar... No pueden evitar desear al otro, desear protegerle, desear ser como el... No lo olvides, hijo mio. Por mucho que te alejes de la luz, por muy alto que vueles, recuerda quien eres. Y recuerda que, aquellos que estan perdidos, solo buscan alguien que les guíe. Y, en cierto modo, todos estamos perdidos. El bien no es mejor que el mal. Solo son palabras'

Acariciando la empuñadura, Naosuke penso en Osaco. Había sido su hermano, su amigo inseparable. Pero sabía que la próxima vez que se encontrarán, tendrían que combatir. Él seguía considerandole un hermano, y estaba seguro de que, a pesar de lo ocurrido, era igual a la inversa. Pero no habría más opción

También pensó en ella, de nuevo. Nunca había dejado de pensar en ella. Esa era la razón por la que nunca había tenido una relación duradera con una mujer, simplemente fugaces amoríos empañados por los trágicos giros de su historia. Pero siempre estuvo ella. La había amado, aún siendo aún un niño, y ella una muchacha crecida e inalcanzable. No se lo había dicho a Ulric, pero pensaba en ella todos los días, la recordaba... Quizás porque, gracias a ella, había acabado así. Si ella no hubiese existido...

Un pez enorme surgió de las olas y volvió a introducirse en las profundas aguas por un fugaz instante. Naosuke se quedó un rato observando el lugar donde había desaparecido

Si... Aún guardaba tantos recuerdos, de los que nunca había tenido el valor de deshacerse... La empuñadura de su padre, la ocarina que le dió su maestro en la cueva (pues este era el objeto que le encargó custodiar, y del que nunca se separaba), las armas que le regaló su maestro, similares a las de Osaco, el colgante que le entregó ella...

'Naosuke dejaba colgar sus piernas sobre el agua, sentado en el tronco, observando con pereza los pequeños peces que vagaban lentamente por el rio. Ella estaba sentada a su lado, dando buena cuenta de la tarta que él le habría traído. Como siempre, Naosuke hablaba de lo que le había ocurrido durante el día, aunque sabía que ella no le entendía. Si se decían algo importante, lo hacían por gestos, pero a veces se contaban cosas en su idioma natal. El otro se limitaba a escuchar, e intentaba sentir lo que el otro le decía. Era inútil, por supuesto, pero a los dos les gustaba

-Hoy es mi cumpleaños, sabes? No se si en tu tierra natal sabréis lo que es, o si lo celebráis... Es el aniversario de tu nacimiento, por decirlo así de alguna manera. A veces te regalan cosas, simples detalles. Mi padre suele hacerme algo con la madera, y mi madre me prepara alguna comida especial. Los hijos de los principes reciben más regalos, y más bonitos, pero son mucho peores. Levantarse la mañana de tu cumpleaños, y ver a tus padres sosteniendo el fruto de su trabajo, algo que han hecho solo para ti... Eso es algo que ellos no pueden comprar...

Entonces se dio cuenta de que su amiga le miraba fijamente. Carraspeo, y se removió en su asiento, un poco nervioso

Ella se limitó a girarse, y a meterse en su pequeño refugio. Naosuke, sorprendido, la siguió. Pero esta se plantó subitamente delante suya. Apenas había pasado unos segundos revolviendo sus posesiones, y parecía haber encontrado justo lo que quería

-Eh!- Dijo Naosuke, sorprendido. Esta se limitó a sonreir como una niña, y le pasó algo alrededor del cuello. Cuando Naosuke miró, vió un colgante hecho con pequeñas conchas y piedras encontradas en el rio. Eran bastante extrañas, y en conjunto hacían una imagen preciosa. Probablemente ella debería haberlas reunido a lo largo de las semanas que había estado ahí

-Para... Para mí???- Naosuke, con los ojos como platos, se señalo a sí mismo. Ella le sonrió, y asintió

A partir de ese día, Naosuke nunca se quitó ese collar. Y muchas veces, cuando su mente divagaba por los senderos del quizás. pensó que si había tenido tanta suerte a lo largo de su vida, había sido gracias a él'

Naosuke decidió que ya era tarde, y se encaminó hacia su camarote. A su espalda, las olas rompían contra la cubierta del barco, con un sonido regular y sedante. Naosuke dedicó un último segundo en recordar su historia. Recordó la culpa que le corroía, su busqueda por redimirse, y su confusión. Recordó también a Osaco, y se preguntó donde se econtraría. Recordó a su enemigo, y también como sus ansias de venganza habían remitido desde la muerte de su maestro. No sabía que haría cuando le encontrase, no sabía que haría cuando sus recuerdos volviesen a buscarle. No sabía que debía hacer, a donde dirigirse, a quién seguir. No sabía a donde le llevaría este nuevo viaje, ni que hacer a partir de ese momento. Tenía claro que deseaba proteger a sus nuevos compañeros, o al menos, a la mayoría. Tenía claro que deseaba ayudar a Asuka, a esa mujer tan misteriosa que le fascinaba tante. Sentía los años sobre el, sentía el dolor por todo lo que había perdido, por todas sus esperanzas derrotadas. Pero, sobre todo, sentía que debía seguir. Él era un superviviente. Si había de morir, el destino le había reservado algo especial. Lo sabía desde que se salvó de la quema de su pueblo, desde que vió como ella era asesinada. No tenía ni idea de a que se refería su maestro al pedirle guardar la ocarina, ni que eran esos objetos de los que habían oido hablar, o que relación tenía su amiga de la infancia con ellos. No sabía que habría ocurrido con Osaco, o si le volvería a ver. Pero estaba dispuesto a buscar respuestas. Algún día, su pasado volvería a cobrarse su alma, y el le plantaría cara gustoso

Y si tenía que morir, que así fuese"

domingo, 15 de marzo de 2009

Esos pequeños gestos que no se olvidan

Una sonrisa marca un recuerdo aparentemente inborrable. No se que me traera el destino, quizas esto no haya sido más que una estrella fugaz, una imagen borrosa en los años venideros que quedara eclipsada por nuevas imagenes mas vividas y coloridas. Es solo un gesto. Pero un gesto que creo recordar con todo el detalle, y que, probablemente, me tenga dominada la cabeza durante una semana o dos

Una simple frase, dicha por lo bajo, un simple movimiento, y de repente te encuentras con algo que no te esperabas. Algo que te hace sentir pequeño, y, al mismo tiempo, gigante. Te preguntas como alguien asi puede haberle dedicado algo asi a alguien como tu, pero al mismo tiempo te enorgulleces, te sientes perdido subitamente en una nueva sensacion que llevaba mucho tiempo sin aparecer por tu cuerpo, y que es distinta a la ultima vez. Dicen que la vida se va llenando de experiencias, de nuevas emociones. Esta claro que esto ha sido algo totalmente nuevo, algo que me ha dejado descolocado

Y claro, como reaccionas a algo asi??? Pues como un imbecil, por supuesto. Es, al mismo tiempo, un poco patetico, y, por otra parte, muy tipico, y probable en alguna de esas pelis o series tan de moda. Unas palabras tan vanales e indiferentes como "Me alegro de haberte conocido" o incluso un burdo y simplon "Eres la polla con cebolla" (ERES LA POLLA CON CEBOLLA??? A QUE YONKI ENANO BIZCO RETRASADO Y BORRACHO SE LE OCURRE DECIR ESO??? He caido bastante bajo...), un beso mal dado por la impresión del momento, aunque lleno de algo que no puedo definir, y un abrazo... Si, ese beso fue, supongo, una pequeña despedida que no he tenido nunca. No de esta manera. Si de alguna parecida, supongo, pero nunca tan intensa. Creo que por un momento mi cuerpo actuo solo, y si respondí de esa manera fue solo por acto reflejo, por impulso. Despues pienso sobre la escena, y sonrio, porque me resulta bastante ridiculo, y gracioso, todo hay que decirlo

Supongo que definir un fin de semana como "Perfecto" es demasiado exagerado, incluso para un fin de semana como este. Pero al menos roza la perfeccion, y eso no me lo pueden negar. El viernes parecía ser otro par de dias grises sin mas, como el resto, con una pequeña emocion por la acampada que llevaba tiempo esperando, pero de la cual había decidido no esperar mucho (excepto el teatrillo que monto inconscientemente cuando hablo con mis colegas, momento en el que hasta yo me creo que va a ser la orgia mundial del siglo). Y ahora, el domingo, me parece que ha sido un sueño, y que debo despertar en algo cercano a media horita, o algo así. La verdad es que he dormido solo 5 y 2 horas y media, el viernes y el sabado (respectivamente), asi que podría deberse a la falta de sueño, pero yo creo (o quiero convencerme) de que no es asi, ya que sería poner un manchón de tinta negra en la burbuja que me he creado

No solo por la gente que he conocido, ni por las cosas que hemos hecho, ni por que cada momento lo he saboreado como si fuera mi primera acampada (aunque despues del tiempo que llevamos de abstinencia, supongo que la sensacion sera parecida), si no tambien por esa chica de pañoleta rojinegra, que al principio parecía simplemente una chica maja, o un posible rollo, como tantas otras en la acampada, y que ha acabado por convertirse en uno de los momentos mas especiales de los ultimos meses. La verdad es que mi historial no habla muy bien de mi, pero pocas veces he trascendido la simple frontera de los besos y las caricias para tumbarme bajo la luna y hablar durante lo que parecieron minutos, lo que duró tan poco... Y hablar y hablar, de lo que fuese, simplemente por que si, porque de verdad queria conocerla, porque seria muy extraño decirle a la cara que me parecia una persona fascinante, una persona diferente a lo que entra en la regla, un punto y a parte en la autobiografía de mi vida...

Sobre todo ese gesto. Ahi ya terminé de descolocarme. En fin, supongo que recordare esta acampada durante semanas, y esa sonrisa, sobre todo esa sonrisa, durante mucho, bastante mas tiempo...

Y pensar que mi maldita hipotermia y mi poco aguante al sueño no nos dejaron ver el amanecer...

viernes, 13 de marzo de 2009

Utapatatunieko

Te despiertas. Te duchas, te peinas. Desayunas lentamente, saboreando los cereales. Aprovechas para recordar aquel sueño. Vas a trabajar, o a clase. Saludas a un conocido. Haces un trabajo importante, dejando la vida en ello. Sales a correr. Chateas un rato. Miras unos catalogos sobre lugares exoticos. Suspiras, respiras, y aspiras los aromas que te rodean. Lees un libro. Ves una pelicula. Quedas con tu chica, o tu chico. Ries con tus amigos. Juegas un rato a la consola, o le das al ordenador. Actualizas el blog

Al mundo le es totalmente indiferente

jueves, 12 de marzo de 2009

Dia gris

Hoy es un dia gris. De esos que "ni fu ni fa", un dia que pasa por tu vida sin dejar mas huella que la de un numero en el calendario, o un +1 en el contador de años que todos tenemos en la mente, y que nos hace angustiarnos por el poco tiempo que nos queda, y por lo corta que es la vida. Es un dia gris, a pesar de que haga sol, o de que el cielo este despejado. Quizás llega un momento en el que todos nosotros nos damos cuenta de que todos nuestros proyectos y sueños son una realidad a la que no podemos acceder, una realidad apartada de nosotros que se rie con crueldad de nuestros intentos para alcanzarla. O de que estos no llevan a ninguna parte, simplemente los realizamos como maquinas programadas para ello, sin ningun tipo de transcendencia o utilidad. Bueno, en realidad, no es exactamente así. Solo lo digo por despecho

Hoy me he levantado habiendo dormido mis maravillosas 8 horas y media, creo que mucho más que mi norma general de horas de sueño entre semana, y aún así me he levantado cansado, muy cansado. Me he vestido con lentitud, sin pensar en ello, en un proceso tan mecánico y rutinario que hasta me ha dado miedo. Un poco más de lo mismo con el desayuno. He visto las noticias, sin saber en realidad de lo que me estaban hablando, solo por mirar un rato una pantalla de luz. Como un zombie. Y me he peinado una y otra vez, y todas las veces me ha salido mal, y me he quedado con una patata de pelos que aún conservo en la cabeza (y por lo cual intento evitar los espejos durante unas cuantas horas...). Con el pelo largo no me pasaba esto, desde luego. A veces me arrepiento de haberlo cercenado sin piedad. Hoy es uno de esos días

Iba yo por la calle, pensando en lo mal que esta el mundo, cuando justo he visto la estatua del 11-M en la plaza de la estacion, tan inmovil y solemne como siempre, y flanqueada por dos lineas de flores y velas, probablemente debido al aniversario. Y no he podido evitar comenzar a replantearme si la humanidad esta obrando bien, porque tanto sufrimiento, y demás temas de actualidad con soluciones utópicas en la mayoría (aplastante) de los casos (siendo las otras soluciones parciales que al final no suponen nada). Justo entonces, me ha pasado una paloma blanca por delante, a eso de tres palmos. Coño, una paloma blanca. Hacia yo que no veia de esas meses. Y fijate que son lo mas comun del mundo. Siempre acabo viendo esas moradas tan tipicas, que parecen parte del decorado. Por eso quizás nunca veo a las blancas, porque ya me acostumbro tanto que simplemente no me doy cuenta. Pero en fin, me he parado, me he quedado mirandola, con la boca abierta, y esta, como si supiera en lo que estaba pensando, ha dado una vuelta a la estatua, y luego se ha ido aleteando en direccion contraria. Joder, vaya coincidencia. Si supiese la dichosa palomita el rol que le han dado las personas desde hace unos siglos, ahora mismo sería la que más fardaría delante de sus colegas, pero como no lo sabe, porque no deja de ser un bicho tonto (como aquel gorrión de la estatua del caballo... Cuya historia contaré algún día de estos, supongo), pues me imagino que habrá sido una coincidencia. Que otra cosa si no???

A partir de ahi, tras esa señal tan mística y curiosa (perdonad que me ilusione tanto, pero es que lo más místico que le ocurre a mi persona, por norma general, es que me den dos whoppers y un refresco mediano por cuatro euros en el burguer King, y, al fin y al cabo, eso solo se debe a la tarjetita de promoción que les doy...), me he imaginado que el día iría mejor. Pero en fin, los días grises son días grises, los mires por donde los mires, y tras varias conversaciones ínsipidas con mis compañeros de clase, y un gesto muy feo que han tenido los antisociales del cubo de rubick con mi persona, no he podido volver a sentirme solo, muy solo, e inútil, muy inútil. Ni el concierto de este finde, ni la akampada, ni las clases de conducir, ni todas las ideas que me surgen dia a dia y que convierto en proyectos inacabados mas adelante, me parecen ahora tener ningun sentido. Es como si ya lo hubiera vivido antes, de esto que sabes a donde vas, pero no sabes por que ni para que. A veces no se necesita una razón para ser feliz y para vivir tu vida. Otras veces, estas deprimido, estas harto de todo, y te quedas en casa, enfurruñado, y harto

Pero hoy no es ninguno de esos días. Hoy es, simplemente, un día cualquiera, la monotonía hecha realidad, un momento en el cual no piensas, porque aunque pensases, no sacarías nada en concluso. Porque hoy es un día gris, el color del aburrimiento, el del medio, el que nadie con un poco de sangre eligiría como su color preferido, pero el más habitual en el mundo en el que hoy vivimos

jueves, 5 de marzo de 2009

La chica de la biblioteca

Respecto a la penultima cancion, que sepais que es mia, no la he copiado. Me base en la ultima estrofa, que es de una cancion de un cancionero scout del grupo 291, de alcala, una de las ultimas. Me molo lo de "los ruidos dicen menos que el silencio", y cogí solo las cuatro últimas lineas. Lo demás es mio. Que yo no soy un plagiador. Creo... (se rasca la barbilla, pensativo)

En fin, ahi va otra reflexion que escribí hace un mesecillo o asi, semana mas semana menos, mientras estudiaba para los examenes, en uno de los lapsus en los que llevas 2 horas delante de una hoja sin terminar de comprenderla, y tampoco te apetece salir a darte un respiro porque estas solo (si, tristemente, había días que estudiaba solo en la biblio. Uno se concentra mas, si es verdad, pero donde esten los cafetitos entre horas...)

LA CHICA DE LA BIBLIOTECA

Era ella de nuevo. Entró y se sentó en una mesa alejada, antes de sacar sus apuntes y enfrascarse en su lectura. El chico no se sorprendió de que no le hubiera visto: Normalmente no le veía. Era siempre él el que se levantaba a saludarla, o el que alzaba la cabeza cuando pasaba junto a su lado, esbozando una media sonrisa y murmurando un "ey" casi apagado por el escaso ruido de ambiente, al que ayudaba con un movimiento de manos tan poco ensayado como patético y fuera de lugar. Ella solía responder con una sonrisa y toda la naturalidad del mundo, mientras que el chico era justo el polo opuesto. Quizás porque en la cabeza de ella no anidaban las mismas ideas, los mismos sueños y fantasías que en las de él

El chico solía imaginarse que las cosas eran diferentes. Solía imaginarse entrar en la biblioteca hablando tranquilamente (y en susurros, claro esta) con algun colega poco importante, uno de esos a los que llamas cuando se presenta la ocasión de pegarse una buena fiesta de sábado por la noche, o cuando te apetece cambiar un poco de aires y hablar con alguien diferente, pero que no sería ni tu primera, ni tu segunda, ni tu décima opción si quisieras llamar a alguien para desahogarte tras una dura ruptura con tu pareja. Entonces ella se levantaba y le tocaba suavemente en la espalda. El se giraba y se hacía el sorprendido, aunque procuraba dejar un toque de indiferencia en su saludo, como si aquel encuentro no le llamase demasiado la atención. Ella le sonreía, le preguntaba que tal estaba, y se interesaba por el. Durante unos segundos, charlaban animadamente en la puerta de la sala de estudio, mientras el chico dirigía miradas disimuladas al lugar donde se había ido su amigo, como si estuviera deseando reunirse con él. Entonces, la chica le decía que va a estar por ahi, y que si después se baja a tomar un café la avisase. El chico simplemente sonreía y soltaba un "Claro. Luego nos vemos". Pero cuando se iba a reunir con su amigo, la mesa estaba ocupada, y se tenía que buscar otro sitio. Entonces veía que al lado de ella había una silla vacía. Se sentaba, y estudiaba durante unos minutos. Pero tarde o temprano comenzaba a aburrirse y ojeaba con curiosidad los apuntes de su amiga. Esta le sonreía, y le escribía algo en el libro. Algo así como "Que, ya nos hemos cansado, o que???" o "Cotilla", o cualquier tontería de esas que sueltas cuando no hay nada más que decir, o cuando lo hay, pero no puedes decirlo porque estaría fuera de lugar. El respondía con otra tontería parecida, los dos sonreían, y se miraban a los ojos. Entonces la chica rozaba levemente la mano del chico, y le proponía ir a darse una vuelta. Los dos salían de la biblioteca, y acababan dando una vuelta por el sitio, solo para despejarse. Tarde o temprano ella hacia algun comentario gracioso, el comenzaba a hacerla cosquillas, ella se resistía riendo, y, de repente, los dos acababan apoyados contra la valla, mirandose a los ojos...

De repente, un pequeño "chst!!!" sacó al chico de su ensoñación. Uno de sus amigos, el bromista que todo grupo que se digne tiene entre sus filas (y al que normalmente el resto odia) apareció por detrás riendose por lo bajo, mientras se sentaba a su lado, seguro de que el susto que acababa de dar a su amigo quedaría grabado en la historia o algo por el estilo, por lo que dedujo el chico por la expresión de su cara. Tras unas cuantas bromas y comentarios, los dos comenzaron a estudiar, pero ya entonces el chico no pudo quitarse la ensoñacion de la cabeza

Si... Solo era eso. Una simple ensoñacion. Un pensamiento tan efimero, tan fugaz, que incluso el chico se reía de si mismo cuando pensaba aquello. El no era uno de esos personajes de pelicula, ni siquiera uno de los secundarios. Y esas cosas solo ocurrían en Hollywood. La vida real era mucho más directa, y no solía avisar. Todo ocurría de imprevisto, y el chico, como sabía por su propia experiencia, no era muy bueno improvisando. Le encantaba urgir planes y más planes, pero estos siempre dejaban huecos, huecos que, por lo que parecía, al destino le encantaba escoger. Si, esas cosas no ocurrían en la realidad. Y menos con ella, por supuesto

Porque ella no era como las demás. El chico sabía que eso es lo que dicen todos los que en el fondo desean a alguien, pero aún así se convencía a sí mismo con total certeza de que ella era especial. No es que fuera la chica más guapa que hubiese visto en su vida, ni mucho menos. Su pelo moreno, corto, le rozaba los hombros cada vez giraba un poco la cabeza, y su peinado no era nada especial. Sus labios, su nariz, sus orejas... Su rostro en general, era del montón. Un rostro de esos en los que te fijas solo el tiempo necesario para darte cuenta de que ya lo has visto antes, por lo menos, dos veces al día. Pero sus ojos... Había algo en ellos. No en el color, ni tampoco en la forma de estos... Era, simplemente, algo. Quizás no fuera más que otra de esas cursiladas de las que algunos románticos (y románticas, por supuesto) hablan, pero el chico no creía en eso. No... No había nada que la hiciera destacar, pero al chico le seguía fascinando cada vez que la veía. Y se sentía bien cuando hablaba con ella. Porque, cuando sonreía, el resto del mundo desaparecía, y solo existía ella. Y porque, cuando no sonreía, el chico callaba, avergonzado por no poder entretenerla, o soltaba lo primero que se le ocurría para intentar que volviera aquella maravillosa luz, aquella panacea, la droga a la que estaba atado y a la que no podía atarse al mismo tiempo

La conocia desde hace ya mucho tiempo. Y ella a él, por descontado. Pero sabía que era inalcanzable. Desde el mismo momento en el que entro por la puerta, lo supo. Es una de esas chicas a las que nunca se puede ligar uno, por mucho que lo intente. Una de esas chicas que son más complejas de lo que muchos sabios de la antigüedad llegaron a ser, una de esas chicas que dan el primer paso en una relación, una de esas chicas que solo eligen a unos pocos privilegiados, que normalmente nunca se niegan a sus encantos, y que no por ello se convierten en personas retorcidas y manipuladoras. Una de esas chicas que te hacen sentir pequeño en un mundo de gigantes, y de las que aun asi no te quieres separar ni por todo el dinero del mundo. Así era ella. Amable, inteligente... Diferente. Si. Ella era diferente. Normalmente el chico sabía como actuar con la mayoría de las demás, pero ella... No, el no había conocido nunca a nadie como ella

Y en verdad, no la conocía. Todo eran especulaciones al aire, imaginaciones que el chico creaba en su cabeza, y que probablemente no tenían nada de verdad. Pero eso era lo que la hacía aún más fascinante. El chico se preguntaba como sería ella en realidad, y deseaba con todas sus fuerza poder conocerla, descubrir sus secretos, su historia, sus sentimientos... Porque eso era lo más misterioso en ella. Era una desconocida, ya que el chico no creía que nadie pudiera saber en realidad que pasaba por su mente

Y se preguntaba si todo era verdad. O no era más que otra ilusión, otro castillo de arena que desapareciese con el viento cuando la conociese, y descubriese que no era más que otra del montón. Dicen que el amor se basa en la fascinación, y que, una vez se pierde, el amor se aleja de la mano con ella. Pero le daba igual. Por que ella era su quimera, su sueño cristalino, su Utopía, su perfecta armonía. Por eso nunca había siquiera intentado algo. Porque era un cobarde (como el se consideraba a sí mismo), y no quería perder ese ideal, esa imagen. Y mientras, conocía a otras, se perdía entre los brazos de algunas, y se quedaba con las manos vacías con las demás, mientras se aseguraba de aparentar algo que en el fondo le gustaba. Porque era fácil seguir viviendo, por un lado, mientras que soñaba, por el otro

Hasta que algún día conociese a otra, y se olvidara de su quimera. O eso se decía a sí mismo. Ya que ella era inalcanzable, estaba tan lejos como lo puede estar Plutón, el planeta más pequeño, insignificante, y oscuro del sistema solar, del propio sol. Eso es lo que el creía. Y si fuera de otra manera, desde luego no se iba a arriesgar a descubrirlo por sí mismo. Porque el era feliz así, viviendo en su propia ilusión, simplificando lo complicado, y complicando lo simple en un probable síntoma de masoquismo u odio a sí mismo

Su amigo volvió a hacer otra de sus maravillosas actuaciones, y el chico salió de sus pensamientos, por segunda vez. El también era así de inteligente el 90% del tiempo, y le gustaba, porque negarlo. Entonces miró el reloj y se dio cuenta de la hora que era. Con algo de prisa, aunque aún riendole la gracia a su amigo, recogió sus cosas, y se dirigió a la salida, mientras pensaba que aquel día habría sido aprovechado si se hubiera puesto cascos y alguna pantallita, como los burros, cosa que, por desgracia (o por suerte) no había hecho. Y aún le quedaba mucho, demasiado, por estudiar

Y entonces, pasó a su lado. Su movimiento fue instintivo. Y, por supuesto, ella no le vio hasta que este le tocó suavamente el hombro. Se giró y le sonrió. El fue a decir algo, pero rápidamente cambió de idea, y se conformó con su gesto habitual, y un simple "ey"

-Buenas
-Que tal lo llevas??? -Y señaló los apuntes de ella
-Bufff... -Ella miró el taco de hojas que tenía en frente con cansancio, incluso con asco -Aún me queda un rato
-Ya, yo estoy igual
-Te vas ya???

Al chico se le aceleró el corazón. Tenía prisa, si, pero, si ella se interesaba por el... Si ella... Quizás el pudiese... Quizás...

-... Si
-Vale. Nos vemos -Dijo ella, le dio dos besos, y volvió a sus estudios

El chico se dio la vuelta, y salió de la sala. Como tantos otros días. Sin decir nada más, sin añadir nada. Por culpa de su cobardía, por culpa del miedo a que las cosas cambiaran. Y allí dejo, como el día anterior, y como el siguiente, a esa chica a la que buscaba cada vez que iba allí, y a la que pocas veces encontraba, a la chica con la que hablaba de vez en cuando de temas sin importancia, a la chica de la que le separaba un abismo infranqueable, a aquella chica misteriosa, única, a la que desearía estrechar entre sus brazos, a aquel sueño por el que estaría dispuesto a sacrificar un sinfin de cosas, aunque solo fuera por verla sonreir. Pero no. No le gustaba ella. Le gustaba como le hacia sentirse, le gustaba imaginar. Pero no quería volver a la realidad. Porque sabría que esta le había reservado otro sino muy distinto al que el deseaba, si osaba cambiar lo ya escrito. No, el no haría nada. No deseaba hacer nada. Solo deseaba seguir asi, soñando con ella, sin alcanzarla, deseando conocerla, sin conocerla, y preguntandose como un sentimiento tan complicado, que no se podía definir como amor, pero tampoco como capricho, pudiese anidar dentro de el. Y volvió a su vida real, conociendo a otras, enamorandose de alguna, perdiendose en la noche con otras, y viviendo su vida como si ella no existiese. Mientras, siempre aparte, intemporal, inmutable, y perfecta como el la imaginaba en su mente, dejaba a aquella misteriosa, hermética, y sonriente chica de la biblioteca